Ejecución de Templarios (miniatura medieval) |
El 18 de marzo de 1314, hace 700 años, murió en la hoguera Jacques de
Molay, el último maestre de los Templarios, por orden del rey de Francia
Felipe IV el Hermoso. Tenía 70 años, un cuerpo magullado por la tortura
y probablemente también sufría una cierta enajenación mental como
consecuencia de 7 años de prisión.
La caída de Molay fue muy precipitada, a pesar de ser uno de los
caballeros más poderosos de su tiempo. Un día antes de su
encarcelamiento ocupó un lugar preferente en los funerales de la cuñada
del rey, sin percatarse de ningún peligro... y sin embargo, unas horas
más tarde fue prendido por la guardia real mientras dormía, acusado de
delitos gravísimos, que reconoció, probablemente después de ser sometido
a tortura. Poco después ratificó públicamente su confesión ante los
doctores de la Universidad de París reunidos en la catedral de Notre
Dame. Era lo más conveniente ante una acusación de herejía, reconocer
los pecados, aceptar la culpa y solicitar la reconciliación con la
Iglesia. Sin embargo De Molay negó las acusaciones más tarde, cuando
declaró ante el papa sin la presión del rey. Después su debilidad de
carácter le llevó a desdecirse en varias ocasiones, aceptando y
rechazando los cargos en su contra, lo que arruinó su prestigio.
El rey había ordenado mantener preso al maestre, junto con otros
mandatarios del Temple, en las mazmorras de su palacio en París durante
los siete largos años que duró el proceso. El papa ya había ordenado la
disolución del Temple, algunos caballeros habían sido quemados, otros
renunciaron a sus privilegios y vivían recluidos en conventos, de manera
que toda resistencia había sido sofocada. El asunto estaba zanjado y
solo faltaba decidir qué hacer con los dirigentes de la Orden. La mañana
del 18 de marzo, un tribunal inquisitorial convocó a De Molay y sus
compañeros en la plaza de la catedral para comunicarles la sentencia de
cadena perpetua, bastante favorable para los reos. Sin embargo el Gran
maestre, para asombro del tribunal, tomó la palabra para defender su
inocencia. Los inquisidores quisieron ocultar lo ocurrido, pero el rey
fue informado rápidamente y ordenó la ejecución por tratarse de herejes
relapsos, recalcitrantes en su error, que debían ser ajusticiados por el
brazo secular.
Si la condena había sido pública, la ejecución fue casi secreta, sin
testigos, a la hora de vísperas, después de la puesta de sol, en un
pequeño islote sobre el Sena cercano a la isla de la Cité, para evitar
tumultos. Un testigo de los hechos describe la escena:
Al ver la hoguera dispuesta, el maestre se quitó las vestiduras y
quedó allí en pie, en camisa… cuando le iban a atar dijo: dejadme unir
las manos para rezar... Dios sabe que mi muerte es injusta y dentro de
poco muchos males caerán sobre los que nos han condenado. Dios vengará
nuestra muerte... Murió con tanta dulzura que todo el mundo quedó
asombrado.
Las últimas palabras del maestre fueron premonitorias, el papa y el rey
murieron poco después, y ahí nació la leyenda de la maldición del último
Templario.
¿Por qué cayó el Temple?
Visto desde nuestro tiempo, podríamos decir que el juicio de los
Templarios fue un caso de corrupción generalizada, en el que no fueron
inocentes ni los acusados, De Molay y los suyos, ni los acusadores, el
papa Clemente, el ministro Nogaret, y el rey Felipe. Los cargos
principales fueron 4: negación de Jesucristo, besos obscenos durante la
profesión, sodomía e idolatría. Pero había otras acusaciones, sobre todo
la avaricia y la corrupción por los enormes tesoros acumulados por los
templarios. Ni que decir tiene que el culto a las reliquias, tan
extendido en la época, tenía algo de idolatría, y que la corrupción de
las costumbres estaba bastante generalizada en la milicia. El propio San
Bernardo había dicho que muchos caballeros eran afeminados, ladrones,
violadores y perjuros… Acusar a los Templarios de creer que Jesucristo
era un falso profeta, era una forma de recordar sus antiguos tratos con
Saladino, cuando en la guerra todo el mundo hacía pactos. Y por último,
si alguien destacó por su codicia fue el rey que se apropió de todas las
cosas de valor de la Orden.
Solo si analizamos las grandes tendencias de la Historia podremos
comprender lo ocurrido. En 1291 cayó Acre, la última posición de los
cruzados en Tierra Santa. Las Órdenes Militares habían fracasado, por lo
que debían desaparecer o transformarse. El rey, como majestad
cristianísima, exigía la completa sumisión de la Iglesia a sus proyectos
políticos. El nuevo papa Clemente, el francés Bertrand de Got, así lo
entendió, se doblegó a sus mandatos e instaló su curia en Aviñón.
Jacques de Molay, en cambio, pensaba que vivía en otra época, y que eran
los reyes los que tenían que secundar sus irreales proyectos de
cruzada. Murió por eso, por no comprender los cambios de su tiempo.
Fuente. ABC (España)